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Detrás de Irma y Harvey


Irma y Harvey son como los grandes criminales de la gran depresión Bonnie y Clyde, pero de los huracanes tropicales. Mi extensa familia en Texas sufrió grandes pérdidas de este último (aunque sus vidas fueron preservadas, por la gracia de Dios), y ahora mi familia e iglesia inmediata en la Florida, se están preparando para el ataque del primero, el cual mientras escribo es Categoría 5 y se dirige directo hacia nosotros. De modo que ambos huracanes han ocupado muchos de mis pensamientos en las últimas dos semanas.

Comprensiblemente, la gente está tratando de racionalizar estos desastres naturales devastadores. “¿Qué nos está diciendo Dios?” es la pregunta del minuto. Muchas de las respuestas son menos que satisfactorias y algunas son extremadamente inútiles. Mientras escucho estas sugerencias, el consejo sabio de Martín Lutero resuena en mis oídos: “Deja que el hombre que quiera escuchar a Dios hablar, lea la Santa Escritura”.

Eso no significa que Dios no nos hable en la naturaleza o en actos de providencia. Los Salmos 19:1-6 y 119:117 dejan esto claro. Creo que C. S. Lewis está en lo correcto cuando escribe en El problema del dolor:

Dios susurra en nuestro placer, habla a nuestra conciencia,

pero grita en nuestro dolor: el (dolor) es Su megáfono

para despertar a un mundo sordo.

Pero Lutero también está en lo correcto al exhortarnos a ir a las Escrituras para que escuchemos a Dios. Para guardarnos de las especulaciones inútiles lo que debemos hacer es dejar que la Escritura interprete la providencia de Dios.

Entonces, si el dolor es “el megáfono de Dios para despertar a un mundo sordo”, ¿qué es lo que Dios nos está diciendo a través de los últimos huracanes mortales?

En Lucas 13:1-5 Jesús responde esa pregunta al dirigirse a personas que estaban perplejas por el desborde de atrocidades morales y desastres naturales.

En esa misma ocasión había allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque sufrieron esto? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. ¿O pensáis que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

Cuando le fue explicada la tragedia resultante de la violencia pecaminosa de Pilato (vv. 1-3), Jesús no se detuvo solo para explicar las lecciones que la maldad moral en el mundo enseña a aquellos que no la experimentan directamente, sino que prosigue e incluye también las lecciones que los desastres naturales nos enseñan.

En el v. 4 Jesús señala a las 18 personas que murieron debido al colapso de una torre en Jerusalén. Probablemente fue por causa de un evento climático, como un tornado, o quizás un terremoto. Cualquiera que sea la causa, fue un desastre natural, al igual que los creados por Harvey e Irma.

¿Qué estaba diciendo Dios en esa tragedia? Dos cosas: la primera es que no debemos pensar que aquellos que sufrieron en esas tragedias son peores pecadores que aquellos que no sufrieron. La segunda es que después de una tragedia Dios llama a todos al arrepentimiento: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

Esto es lo que Dios nos está diciendo en las tormentas. “Toma nota del sufrimiento horrendo y repentino que ha caído en los que han sido afectados, y date cuenta de que no eres menos merecedor de tal sufrimiento. El sufrimiento que ellos están experimentando es un simple anticipo del sufrimiento eterno que le espera a aquellos que se rehúsen a arrepentirse de pecado y a volver a Mí.

Eso es siempre lo que Dios dice en las tragedias. Los huracanes son señales para nosotros de que el juicio eterno está por venir. Ellos son como disparos de advertencia disparados a través de la proa de los barcos que navegan en rebelión a Dios. Son llamados al arrepentimiento: apartarnos de nuestro pecado y volvernos a nuestro Creador a través de la fe en Su Hijo, el Señor Jesús, para salvación.

Cristo es el único refugio seguro para el día del juicio venidero, un día que hará que los huracanes Harvey e Irma parezcan una discusión en el parque en comparación. Porque Él vivió una vida de perfecta justicia y murió una muerte expiatoria, solo aquellos que se postren delante de Él como Señor, aquellos que se arrepientan del pecado y crean en Él para vida eterna serán salvos.

Eso es lo que Dios nos está diciendo. Estas tormentas, y cualquier otra tragedia en la vida, son llamados al arrepentimiento del pecado y a la fe en Cristo. Que el Señor nos dé oídos para oír este mensaje. Y que Él nos permite ayudar a otros a reconocer lo que Él está diciendo mientras dejamos que Su Palabra interprete Su providencia.

 

Fuente: http://sdejesucristo.org/nos-esta-diciendo-dios/


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